sábado, 7 de enero de 2012

Laurisilva: caminos y recuerdos desde la distancia.

Esta entrada participa en la IX edición del Carnaval de Biología organizado por @biogeocarlos en su blog, La Ciencia de la Vida. 


Porque últimamente me ha dado por echar de menos la calma y tranquilidad, el silencio y el verdor, el fresco y la humedad, y los sonidos y olores de la naturaleza, ahí va un post sobre unos bosques que, sin lugar a dudas, son la máxima expresión de todo ello:

Imagina que estás caminando por una cuesta pedregosa, de espaldas al mar, bajo un sol de justicia, el polvo y el sudor picándote en los ojos. Imagina una pareja de cernícalos (Falco tinnunculus) volando a tu derecha, silenciosos, quietos, como colgando de un hilo. Imagina el olor dulzón de las chumberas (Opuntia spp.), los chirridos de las cigarras (Cicadidae) y un lagarto tizón (Gallotia galloti) tomando el sol en una piedra negra. Calor, vaya. Calor de aquel de ondular el aire y hacerte desear una sombra más que nada en este mundo. Imagina que tú, biofriki imperturbable, sigues subiendo por la cuesta, sabiendo que pronto llegará tu recompensa. Te paras un momento y te das la vuelta, para admirar las vistas. A fin de cuentas, a pesar del calor, el espectáculo vale la pena: al fondo un mar azul oscuro, profundo, unas rocas negras de lava y ceniza y, entre ellos, el blanco de la espuma y el verde de las algas. 
Tabaibas y cardones entre la lava
Las islas de tabaiba (Euphorbia balsamifera) y los faros de cardón (Euphorbia canariensis) rompen de verde la monotonía del negro mar de rocas. Las hojas carnosas de los Aeonium creciendo en los lugares más insospechados, el aroma del romero marino (Campylanthus salsoloides), y, a la derecha, plataneras derramándose por la ladera, casi hasta tocar el agua. Una vista, en fin, que te podrías quedar mirando horas y horas, pero el sudor escociéndote en los ojos te recuerda que tienes que seguir subiendo.


Tras 20 minutos de subida, con un desnivel nada despreciable, se empieza a notar un cambio en el paisaje. Las palmeras (Phoenix canariensis) dejan paso a las fayas (Myrica faya), los dragos (Dracaena draco) a los brezos (Erica arborea) y los acebuches (Oleaeuropaea spp. guanchica) al lentisco (Pistacialentiscus). La temperatura del aire empieza a bajar, la humedad a subir y la tierra bajo tus pies se oscurece. Casi sin que te des cuenta, el sonido de las cigarras ha sido sustituido por cantos de pájaros de todo tipo: 
Petirrojo en la laurisilva
pinzones (Fringilla spp.), mosquiteros (Phylloscopus canariensis), petirrojos (Erithacus rubecula), reyezuelos (Regulus teneriffae)...
Pinzón vulgar

Ahora ya llevas más de una hora de camino, y el calor de hace un rato parece un recuerdo muy lejano. Una espesa cobertura de hojas de laurel (Laurus novocanariensis) o til (Ocotea foetens), barbuzano (Apollonias barbujana) y acebiño (Ilex canariensis), te protegen del sol de mediodía. Entre el verdor destacan claramente en blanco las inflorescencias del follao (Viburnum rigidum) y los troncos del paloblanco (Picconia excelsa). 


Caminas con cuidado, en silencio, para no asustar a la fauna, y con la esperanza de poder observar una de las especies de aves más esquivas y asustadizas, la paloma turqué (Columba bollii), endémica de las islas y residente permanente de los bosques de laurisilva.

El camino es ahora estrecho y tortuoso, ramas y raíces de árboles dificultan el avance, siempre subiendo. A medida que vas ganando altura, la temperatura sigue bajando, y la humedad subiendo. Ya no hace sol, ni siquiera por encima del techo de verdor de las copas de los árboles. Una densa nube blanca cubre la ladera. Caminas mirando al suelo, buscando bichos, esquivando ramas, cuando de repente, algo capta tu atención: un montoncito de plumas, algo de sangre, un par de huesecillos... los restos del desayuno de un gavilán (Accipiter nisus). 
Restos del desayuno de un Gavilán
Rebuscas entre las plumas hasta encontrar las timoneras (las de la “cola”) y por la franja blanca justo en el extremo deduces que una desafortunada paloma rabiche (Columba junoniae) ha tenido la desgracia de servir de plato principal. Bueno, no puedes decir que has visto una de las dos especies de paloma endémicas de canarias, pero casi.

El paisaje está volviendo a cambiar. Vuelves a ver el cielo, otra vez azul, el sol en lo alto. Cada vez hay más claros entre los árboles, ya no laureles, sino follaos, fayas y brezos, y entre ellos los pinos canarios (Pinus canariensis)
Pinar de pino canario
van ganando protagonismo. En una hora de camino has dejado atrás por completo el monteverde, y te encuentras en pleno pinar. El camino se ha hecho más plano, y gira a la derecha, hacia un mirador colgado de la ladera. Desde allí, mirando abajo, puedes ver el mar de nubes por encima de la cubierta de árboles que acabas de atravesar. Lo has visto cientos de veces, entiendes cuando y por qué se forma, y aun así no deja de sorprenderte el que puedas ver las nubes desde arriba, casi como si pudieras saltar y sumergirte en ellas. La vista a tus espaldas no tiene nada que envidiar a la que se extiende ante tus ojos. Imponente, el Teide se eleva a casi 3800 m sobre el nivel del mar, y sólo con mirarlo uno recuerda todo el poder y la fuerza que contiene en su interior, todavía vivo. Podrías estar horas mirando, tanto hacia arriba como hacia abajo, pero la subida ha tenido su telita, y te mueres por una cerveza fresquita, así que te diriges, por la carretera que lleva hasta el mirador, al pueblo más cercano, donde una buena Dorada y una tapa de queso de cabra canario ponen la guinda a una mañana que no podría haber sido mejor.





Banda sonora del post: http://youtu.be/ZQlyArsXvTY
http://youtu.be/TsageucZt6M 
http://youtu.be/FzvGnd9iwuY

4 comentarios:

  1. Preciosa entrada Virginia! Me alegro mucho de que hayas participado en el @biocarnaval. Muchas gracias! ;)

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  2. pero que grande eres!! y que biofriqui tambien!! jeje te doy un 11!
    Oihane

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  3. Gracias Carlos! Ha sido un placer, como siempre!

    Oijane!!! Gracias profe!! :D

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